Reemplazar a Bambones sobre el escenario y, encima, ser los últimos de la noche eran retos complicado para cualquier murga, máxime cuando el festival celebrado anoche en el recinto ferial se desprendió del calificativo de gran para ser la final de la crisis o de murgas en crisis de identidad. La Traviata, con Josechu Álvarez al frente y el magisterio de José Antonio ?el Flaco? entre la fila, arrancó de forma espectacular, repitiendo la presentación de Leila Melo, solista de Caña Dulce. Después llegó el pasacalle y el grupo intentó mantener el listón de la final muy alto tras Triquikonas y Bambones. Los temas fueron comerciales. Muy comerciales si se tiene en cuenta quién es su autor, pero los destinatarios de las cartas que remitieron en su primera canción tenían un punto de destino muy alejado del recinto ferial. Primero, la carta de un jubilado a Rajoy, luego a Benedicto XVI, a quien incluso le ofrecieron mandar un ?guasá? con la lista de espera en sanidad. Otra misiva a San Pedro para terminar ya en el paraíso del nacionalismo con una a Secundino Delgado. Tal vez se la hayan devuelto por no encontrar destinatario. Su segunda canción, atemporal, el análisis de cómo el puerto de Santa Cruz ha muerto. Lo que fue y lo que supuso y en lo que se ha quedado frente al modelo de La Luz en Las Palmas, donde a los visitantes y cruceristas se les acoge de forma espectacular. La Traviata ?atracó? en la final y agradó a los amantes de la letra, aunque le faltó más actualidad.