Como si fuera el día de reyes, nerviosos, ansiosos, expectantes… Ahí se despierta un pequeño murguerito, deseando pintarse la cara para pasar a ser protagonista de una fiesta que da el pistoletazo inicial… comienza el Carnaval.
Cada año llegan muchos niños nuevos cargados de ilusión, otros llevan desde pequeños disfrutando de la fiesta ya siendo auténticos veteranos, y muchos que se despiden de su murga por haber llegado al límite de edad.
Sea como sea, es su día, cuando: “como se suelen llenar la boca, imitando a los mayores”. Cantan a su pueblo lo que llevan ensayando seis meses…
La adrenalina fluye como una lluvia de serpentinas, deseosos de subirse al escenario, que para ellos es el teatro de los sueños…
Un lugar donde se produce magia, donde se sienten importantes, un lugar donde se hacen grandes.
Desde hace algunos años atrás, un espectáculo que ha logrado hacerle sombra al de sus mayores…
Llegando a superar en imaginación y buen hacer de unos menudos con buena aptitud y talento.
No hay nada como ver sonreír a un niño, el verle feliz, y por eso mas allá de los premios, está el grupo, está la familia, están los amigos, todo eso que se logra dentro de una murga… y los niños son muy agradecidos.
Hay que ir a apoyarlos, a animarlos, porque son nuestro orgullo, no solo el de sus padres, madres, abuelos, etc…
Son el orgullo de un pueblo carnavalero, que defiende a su cantera lleve los colores que lleve…
Que viva el carnaval y sus niños… al poder.