Fiestas abrió ayer por primera vez la taquilla del recinto ferial para vender las entradas de la final, y acabó el día y todavía quedan…
Crisis económica, crisis de formato de concurso o crisis en la aceptación popular de las murgas… Los años darán o quitarán razones para explicar por qué las entradas de la gran final en 2009 se vendieron en 90 minutos, cuando era el mismo número de murgas y en el recinto ferial, y esta edición se tardó 8 días en vender por internet. Y lo que es más sintomático: anteayer también se agotaron en la web cajasiete.es los bonos murgueros, por lo que ayer era la penúltima oportunidad para adquirir una localidad de la final; la última, aspirar a hacerse con una de las que dan a las murgas a vender, y que no tendrán rebajas, como alguno pidió. Conclusión: todavía quedan entradas para la gala.
La lentitud en la venta de entradas no tiene que ver con que se oferte en internet –donde tardaron 8 días en agotarse– o se saque a taquilla, donde, salvo en 2011 y 2012, el papel quedaba agotado el primer día de la apertura de la taquilla convencional en cuestión de horas. Eso pasó durante una década. Hasta ayer.
De haber ido a cantar las murgas a la cola, como ocurría la víspera de la apertura de la taquilla, se hubieran encontrado poco después de la medianoche de ayer a José Rafael Pérez Olivera durmiendo envuelto en una manta bajo una pata del recinto.
El siguiente compañero de la cola llegó a las 3 y el tercero, a las 6. Cabían en un taxi y sobraban plazas. A las 9:00 horas abrió la taquilla y la cola era una fila de 20 personas, de los cuales uno, encima, quiso comprar entradas para las rondallas y se encontró con la negativa de la ventanilla, que le dijeron que ayer no se vendía. Poco más o menos que era el día para vender entradas de la final. Y solo de la final, porque otros intentaron adquirir el tradicional bono murguero y también se encontraron con otra negativa: todos los bonos se pusieron a la venta por internet y ya no había posibilidades de adquirirlo en taquilla.
Gracias a que la cola fue una escueta fila de veinte incondicionales de los concursos, pasó inadvertido que el cartel del horario de la venta de entradas en la taquilla comenzaba a las 10 de la mañana, cuando se había anunciado que ayer sería a las 9.
Pero eso resulta insignificante frente a la estampida de seguidores que ya no secundan el que era un acto clásico del Carnaval. El último del pre-Carnaval: la cola.
Ahora se hablará de qué murgas iban a cantar –igual más de las que iban en realidad– o de las amistades que surgieron. Atrás quedan incondicionales de la cola, como Dely, fiel de Diablos Locos. Y es que las aficiones de Trónicos y Bambones siempre “ganaban” los primeros puestos de la cola en la carrera por una entrada en taquilla.
Pero ayer, la cola murió. Y ojalá que solo sea la cola y no vaya a más.
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